Se sostiene que en sociedades ágrafas, que no son productores de un sistema propio de escritura, sólo es necesario emplear operaciones concretas, ligadas a un pensamiento simbólico, mitológico. ¿Significa esto que los sujetos de estas culturas no logran elaborar un pensamiento formal, de entidades complejas y abstractas? Muchas investigaciones actuales revelan que los miembros de estas culturas, ciertamente llegan a un pensamiento formal, aún cuando los procesos y los contenidos de éste emerjan de competencias y se dirijan a tareas distincas a las estrategias básicas supervivencia en contextos diferentes desde lo que los solemos juzgar.
El hecho de no tener un sostén material codificado (=escritura) para sus productos culturales, suele identificarse con una precariedad en los mecanismos de incorporación y generación de conocimientos socialmente valorados y promovidos por la comunidad. Pero, se podría afirmar lo contrario, como lo hace el profesor Renate Nestvogel. Hay algo en la socialización primaria (y la de toda la vida) de estos sujetos, que les permite resistir a las presiones de la aculturación (regularmente violenta). Podríamos decir, junto con Nestvogel, que han alcanzado un desarrollo más especializado de las habilidades narrativas y motoro-espaciales, mecanismos de intercambio oral y de empatía más sutiles que los de las comunidades "urbanas", en las que la lectoescritura se hace indispensable en el proceso de adquisición de competencias para la interacción e integración social.
El asunto es ahora preguntarnos sobre el valor heurístico y social que para la comunidad tienen determinadas herramientas cognitivas y materiales de uso regular y conservadas/recreadas de generación en generación.
En base a: David Rojas (1997): "Juegos Aborígenes. Un enfoque cognitivo. El juego en niños aborígenes de Misión La Paz: aportes para la recreación de estrategias didácticas en las escuelas de la zona."
El hecho de no tener un sostén material codificado (=escritura) para sus productos culturales, suele identificarse con una precariedad en los mecanismos de incorporación y generación de conocimientos socialmente valorados y promovidos por la comunidad. Pero, se podría afirmar lo contrario, como lo hace el profesor Renate Nestvogel. Hay algo en la socialización primaria (y la de toda la vida) de estos sujetos, que les permite resistir a las presiones de la aculturación (regularmente violenta). Podríamos decir, junto con Nestvogel, que han alcanzado un desarrollo más especializado de las habilidades narrativas y motoro-espaciales, mecanismos de intercambio oral y de empatía más sutiles que los de las comunidades "urbanas", en las que la lectoescritura se hace indispensable en el proceso de adquisición de competencias para la interacción e integración social.
El asunto es ahora preguntarnos sobre el valor heurístico y social que para la comunidad tienen determinadas herramientas cognitivas y materiales de uso regular y conservadas/recreadas de generación en generación.
En base a: David Rojas (1997): "Juegos Aborígenes. Un enfoque cognitivo. El juego en niños aborígenes de Misión La Paz: aportes para la recreación de estrategias didácticas en las escuelas de la zona."
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