Y hay algo más, que de nuevo me lleva del músculo del consumo, al pulmón de la ciudadanía. Comprar es casi como una historia de amor de verano, que mientras dura, nos da la libertad del disfrutar a pleno el ahora. Vas distraído viendo de todo un poco, cuando de repente tus ojos y ese empaque, se cruzan. Flechazo inmediato, compra por impulso. Debo confesar que, al momento de ir de compras, soy enamoradizo. Me pasó por ejemplo hace poco, con un energizante hecho con frutas. La vi, a esa latita, y me enamoré. No sé si fueron esos colores, ese nombre con esas letras curvas, ese diseño delgado y estilizado, o su altura en el anaquel. Lo único que sé es que desde que la vi, ya quería abrirla y hacerla mía ahí mismo, devorarla.
El poder que da sentir lo que se siente cuando uno elije lo que quiere comprar, ese sentido de pertenencia que no genera dudas, es un argumento irrebatible. El sentir que se elije cuando se compra lo que uno desea comprar, es una forma de entrenar nuestra capacidad de desear. Eso es un supermercado, un gym del deseo.
Si bien democracia y poder de compra no son sinónimos... ¿Qué más poderoso (aunque sutilmente confuso) para contagiar al mundo entero con esta loca libertad de elegir? Un objeto lejano sentado en un anaquel impersonal, como por arte de magia puede en un instante transformarse en un bien preciado cercano para mí. Y pasa de ser un producto en venta, a ser un miembro de la casa, con espacio propio, con invitación a la mesa y todo.
Todavía en construcción, pero tal parece que nuestra endeble democracia podría aprender una lección o dos, mirando qué está pasando cuando vamos hoy de compras, en Bolivia.
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1 comment:
La Bolivia despues de Evo tiene varias connotaciones buenas y malas. Tal vez yo cambiaria a la Bolivia de Evo.... el sentido es 'casi' el mismo y nadie queda con la idea en la cabeza de si hizo o no hizo.
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