Esto escribí en un curso de etnografía. Estoy de estudiante, aprendiendo y conociendo bellos textos escritos por gringos que se vinieron a vivir a Bolivia a realizar su sueño de ser antropólogos.
1.¿Está usted de acuerdo con las ideas de Guber en relación de la posibilidad de articular reflexivamente los procesos de observación y participación? ¿Por qué? La distinción entre observación y participación es una distinción didáctica. Es parte de la propedéutica, para comprender conceptualmente que por un lado se requiere una mirada no ingenua y por otro lado aprender las reglas para ser competente en las situaciones locales. En cancha, cuando uno ya está aprendiendo las jugadas de los locales y así aprendiendo a jugar de local, la distinción entre participación y observación se desdibuja.
Con la reflexividad, el poder volver torcer la realidad propia una y otra vez, ocurre algo semejante.¿para qué distinguir reflexividad de observación, si son procesos tan imbricados? Ok. Es una forma de evitar que los análisis más crudos se mezclen con los meta-análisis más conceptuales y de puesta en relación entre categorías más descriptivas y nativas. Es decir, la observación siempre es reflexiva. No hay forma que sea el volcado de lo que hay "allí fuera". Siempre es selectiva y limitada a lo que somos capaces de ver, ya sea sólo con nuestra mirada o prestándonos la mirada de terceros (informantes, etnógrafos de tu equipo, etc.). Aquí, me gusta la definición de "comprension" que da Witgenstein. Comprender es saber cómo seguir adelante. Y a mí me gusta sentir que saber cómo seguir adelante, te sana. La "reflexividad" es una capa de la misma cebolla de la observación. Es otro nivel de puesta en relación de conceptos, de cada "factum" y "datum" seleccionado por el que elige, desde algún lugar en el espectro de su comprensión del universo sociopolítico. Lo queramos o no, cuando observamos, estamos diciendo qué vale la pena contar.
Tengo presente un librito de Marcel Postic y De Ketele, Observar Situaciones Educativas. De allí, me marcó el ubicar a las entrevistas como una forma de observación, en el mismo continuum de la observación.
Otra vez, las distinciones didácticas, propedéutica (=aprender a manejar un área disciplinar), entre observación y entrevista, lleva a que compartimentalicemos los procesos que de hecho tienen al mismo ojo que mira y corazón que siente. Son distinciones útiles, como cuando uno aprende que este es el acelerador, este el embriague, este el freno, y estos son los cambios. Ahora, ponete a manejar con eso. No se puede todavía. A manejar, se aprende manejando. La distinción es para adquirir la capacidad de observarse a sí mismo haciéndolo, y luego, ya manejando, lo pasamos al back-office de los procesos automáticos. Lo mismo es con la observación y las entrevistas.
2. ¿Por qué es necesario entender que el investigador y los informantes conciben la entrevista de manera distinta?
Las situaciones de entrevista, se entretegen en una trama más abarcativa: la construcción del vínculo, la construcción de confianza. En la medida que se humaniza al etnógrafo, en los diferentes roles que pueda realizar en cancha, se acorta la distancia de la obvia otredad. Desde mis vivencias de etnógrafo,cuando pasamos a ser un otro más familiar, una situación x se transforma en "entrevista valiosa" si las personas se ponen súbitamente en modo narrativo. Ya no responden a preguntas, sino que tienen algo para darle sentido a su mundo y quieren compartirlo con nosotros. Narradores antes que informantes. Más lindo todavía cuando uno puede intervenir sanamente en los textos orales y corroborar lo que uno comprende del texto. Esto genera espirales de co-construcción donde la o las personas, al reconstruir su versión del mundo ante nosotros, hacen posible dar sentido a lo que nosotros vemos que está ocurriendo.
Yo me pregunto ¿qué hay fuera de la "entrevista"? Nunca pude sacarle el jugo a "entrevistas" en el sentido de una situación que se asimila a una declaración policial. Generan insights de poco vuelo, atados a la descripción de lo que ya es descripción por parte del entrevistado, y promueve ficciones que enajenan a las personas y curiosamente reconfirman lo que ya sabíamos.
En un estudio que hice el año pasado, contraté a un Doctor en Antropología de una prestigiosa Universidad austríaca, con decenas de miles de horas en trabajo de campo en territorios indígenas. Lo acompañé a su primera salida a campo, en ciudad. Me dijo que si con indígenas puede, también podrá con sus vecinos citadinos. Fuimos a un mercado. Tenía que abordar a gente que esté comprando cremas faciales, y aprender sobre la cadena de eventos que llevan a comprar y luego a utilizar el producto. Después de un par de horas sin lograr concretar un rapport que llevara a utilizar el esquema de observación de compra-conversación sobre compras y usos, le facilité yo una "entrevista". Se sentaron en un puestito de salteñas. Mientras yo me comía, lo vi sacar su listado de preguntas, y leérselas una tras una a la entrevistada. A cada pregunta, una respuesta, corta y bondadosa. El antropólogo senior, anotaba. Pidió permiso para grabar, y la entrevistada aceptó. Cuando una respuesta se "salía del tema" y comenzaba a parecerse a una narración, el etnógrafo interrumpía a la entrevistada y con una sonrisa la ponía otra vez en el "camino correcto". Todas las distinciones estaban presentes, todos los conceptos requeridos, toda "la información" era recogida. Y sin embargo, eso se sentía raro, se veía raro. Veía a una joven mujer con buena predisposición para compartir sus experiencias, y con poco espacio para hacerlo. Pasando a limpio la situación, que para el Her Professor Doctor antropólogo había sido exitosa, vi cuán vital es desarrollar distinciones y entrenar competencias sociales y de comunicación. Creo yo, que junto con las distinciones conceptuales vinculadas al proceso de construcción de información, e incluso antes de tanta conceptualización metodológica, los que quieran aprender etnografía, necesitan entrenar su "inteligencia social".
1.¿Está usted de acuerdo con las ideas de Guber en relación de la posibilidad de articular reflexivamente los procesos de observación y participación? ¿Por qué? La distinción entre observación y participación es una distinción didáctica. Es parte de la propedéutica, para comprender conceptualmente que por un lado se requiere una mirada no ingenua y por otro lado aprender las reglas para ser competente en las situaciones locales. En cancha, cuando uno ya está aprendiendo las jugadas de los locales y así aprendiendo a jugar de local, la distinción entre participación y observación se desdibuja.
Con la reflexividad, el poder volver torcer la realidad propia una y otra vez, ocurre algo semejante.¿para qué distinguir reflexividad de observación, si son procesos tan imbricados? Ok. Es una forma de evitar que los análisis más crudos se mezclen con los meta-análisis más conceptuales y de puesta en relación entre categorías más descriptivas y nativas. Es decir, la observación siempre es reflexiva. No hay forma que sea el volcado de lo que hay "allí fuera". Siempre es selectiva y limitada a lo que somos capaces de ver, ya sea sólo con nuestra mirada o prestándonos la mirada de terceros (informantes, etnógrafos de tu equipo, etc.). Aquí, me gusta la definición de "comprension" que da Witgenstein. Comprender es saber cómo seguir adelante. Y a mí me gusta sentir que saber cómo seguir adelante, te sana. La "reflexividad" es una capa de la misma cebolla de la observación. Es otro nivel de puesta en relación de conceptos, de cada "factum" y "datum" seleccionado por el que elige, desde algún lugar en el espectro de su comprensión del universo sociopolítico. Lo queramos o no, cuando observamos, estamos diciendo qué vale la pena contar.
Tengo presente un librito de Marcel Postic y De Ketele, Observar Situaciones Educativas. De allí, me marcó el ubicar a las entrevistas como una forma de observación, en el mismo continuum de la observación.
Otra vez, las distinciones didácticas, propedéutica (=aprender a manejar un área disciplinar), entre observación y entrevista, lleva a que compartimentalicemos los procesos que de hecho tienen al mismo ojo que mira y corazón que siente. Son distinciones útiles, como cuando uno aprende que este es el acelerador, este el embriague, este el freno, y estos son los cambios. Ahora, ponete a manejar con eso. No se puede todavía. A manejar, se aprende manejando. La distinción es para adquirir la capacidad de observarse a sí mismo haciéndolo, y luego, ya manejando, lo pasamos al back-office de los procesos automáticos. Lo mismo es con la observación y las entrevistas.
2. ¿Por qué es necesario entender que el investigador y los informantes conciben la entrevista de manera distinta?
Las situaciones de entrevista, se entretegen en una trama más abarcativa: la construcción del vínculo, la construcción de confianza. En la medida que se humaniza al etnógrafo, en los diferentes roles que pueda realizar en cancha, se acorta la distancia de la obvia otredad. Desde mis vivencias de etnógrafo,cuando pasamos a ser un otro más familiar, una situación x se transforma en "entrevista valiosa" si las personas se ponen súbitamente en modo narrativo. Ya no responden a preguntas, sino que tienen algo para darle sentido a su mundo y quieren compartirlo con nosotros. Narradores antes que informantes. Más lindo todavía cuando uno puede intervenir sanamente en los textos orales y corroborar lo que uno comprende del texto. Esto genera espirales de co-construcción donde la o las personas, al reconstruir su versión del mundo ante nosotros, hacen posible dar sentido a lo que nosotros vemos que está ocurriendo.
Yo me pregunto ¿qué hay fuera de la "entrevista"? Nunca pude sacarle el jugo a "entrevistas" en el sentido de una situación que se asimila a una declaración policial. Generan insights de poco vuelo, atados a la descripción de lo que ya es descripción por parte del entrevistado, y promueve ficciones que enajenan a las personas y curiosamente reconfirman lo que ya sabíamos.
En un estudio que hice el año pasado, contraté a un Doctor en Antropología de una prestigiosa Universidad austríaca, con decenas de miles de horas en trabajo de campo en territorios indígenas. Lo acompañé a su primera salida a campo, en ciudad. Me dijo que si con indígenas puede, también podrá con sus vecinos citadinos. Fuimos a un mercado. Tenía que abordar a gente que esté comprando cremas faciales, y aprender sobre la cadena de eventos que llevan a comprar y luego a utilizar el producto. Después de un par de horas sin lograr concretar un rapport que llevara a utilizar el esquema de observación de compra-conversación sobre compras y usos, le facilité yo una "entrevista". Se sentaron en un puestito de salteñas. Mientras yo me comía, lo vi sacar su listado de preguntas, y leérselas una tras una a la entrevistada. A cada pregunta, una respuesta, corta y bondadosa. El antropólogo senior, anotaba. Pidió permiso para grabar, y la entrevistada aceptó. Cuando una respuesta se "salía del tema" y comenzaba a parecerse a una narración, el etnógrafo interrumpía a la entrevistada y con una sonrisa la ponía otra vez en el "camino correcto". Todas las distinciones estaban presentes, todos los conceptos requeridos, toda "la información" era recogida. Y sin embargo, eso se sentía raro, se veía raro. Veía a una joven mujer con buena predisposición para compartir sus experiencias, y con poco espacio para hacerlo. Pasando a limpio la situación, que para el Her Professor Doctor antropólogo había sido exitosa, vi cuán vital es desarrollar distinciones y entrenar competencias sociales y de comunicación. Creo yo, que junto con las distinciones conceptuales vinculadas al proceso de construcción de información, e incluso antes de tanta conceptualización metodológica, los que quieran aprender etnografía, necesitan entrenar su "inteligencia social".
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